miércoles, 15 de octubre de 2014

La Escuela Secundaria y de Bachilleres “Manuel C. Tello”

-Obed Zamora Sánchez-

H
ablar de la Escuela Secundaria y de Bachilleres Manuel C. Tello,  es para mí un motivo de honda satisfacción, un orgullo que llevo muy dentro por haber sido un hijo más de este templo de la educación superior en mi ciudad. Escuela de la que salí ya un lejano 1952 para formarme como profesionista. Posteriormente regresé a ella con el inmenso honor de enseñar, tarea que cumplí por algunos años con la antigua cátedra de Higiene.

               Muy pocos saben del enorme sacrificio, de la lucha ardua, tenaz y epopéyica que muchos tuxpeños llevaron a cabo en los años treinta del siglo pasado para tener una escuela como esta.

               El 18 de Julio de 1934, en la Escuela Antonia Nava se reunió casi un centenar de personalidades, hombres y mujeres que habitaban en esta ciudad para formar el Comité  pro Escuela Secundaria de Tuxpan, con el visto bueno de la Dirección General de Educación del Estado de Veracruz. De esta manera se inició la primera Sociedad de Padres de Familia. Fue hasta el año de 1945 cuando la sociedad dejó de asociarse ya que logró la tan anhelada necesidad de contar con un centro de educación superior como lo fue la Escuela Secundaria y más tarde de Bachilleres Manuel C. Tello.

               En esa primera reunión se buscó un lema que significara los objetivos del proyecto, siendo elegido por unanimidad: “Enseñar es hacer Patria”. Y se pusieron a trabajar. Lograron con colecta popular reunir los fondos necesarios  para arrancar el proyecto. La mayoría de los tuxpeños con hijos, tenían la  enorme necesidad de una enseñanza superior  y contribuyeron con su dinero, su esperanza y su entusiasmo. Por fin, en septiembre de 1934 fue nombrado director de la escuela el destacado pedagogo, maestro Manuel C. Tello quien se avocó a la organización del profesorado y a asentar las bases para el inicio de su escuela.

               El 3 de Octubre, en el teatro Álvarez, el Presidente de la Junta de Administración Civil, León Pancardo hizo la declaración de la fundación de la Escuela Secundaria, en un lúcido festival que se llevó a cabo en este bellísimo teatro que se encontraba en el centro de la ciudad, en donde hoy está el edificio de Almacenes Apolo.

               Hecha la declaración de inauguración, la señora Josefa Núñez de Llorente, -dama inmensamente rica por los yacimientos petroleros encontrados en sus terrenos y que fueron explotados por las compañías extranjeras en los años del auge,- donó la suma de $ 500 pesos y Charles Weinberger, dueño de la famosa compañía platanera que por muchos años trabajó en la zona, hizo lo mismo aportando mil pesos. Cantidades muy grandes para la época.

               En noviembre del mismo 1934, un hecho histórico para nuestra escuela fue la filantropía del Dr. Zózimo Pérez Castañeda, ilustre médico, que siempre aportó a Tuxpan su infatigable entusiasmo, su generosidad y su enorme vocación como maestro, él permitió para esta alma mater, que la escuela se instalase en su casa, situada casi en la esquina de la antigua avenida Hidalgo (hoy Juárez) y la calle de las Artes (hoy Zózimo Pérez Castañeda) en donde impartió las cátedras de francés y física, por todo el resto de su vida.


Las llaves de esa casa fueron entregadas el 1º de Noviembre de 1934. La escuela comenzó a funcionar enseguida, con una matrícula de 89 alumnos bien registrados en enero de 1935.


Dr Zózimo Pérez Castañeda

               En la primera sesión de la Sociedad de Padres de Familia en el año de 1935, el Profesor Manuel C. Tello anunció que en su escuela, no sólo se llevaría la luz de la ciencia a los espíritus sino que se trataría de forjar también el carácter de los alumnos que en su gran mayoría estaba muy mal educados (sic), solicitando para ello la amplia colaboración de sus padres.

               De esta manera continuó la labor callada, enérgica y muy bien orientada, del Maestro Tello y de la Sociedad de Padres de Familia, que entre sus colaboradores incluía a las Logias Masónicas, muy fuertes en esa época, clubes, instituciones y a numerosos ciudadanos que con poco o con mucho aportaban su dinero  para el buen funcionamiento de la institución. Los maestros en su gran mayoría no cobraban o donaban su sueldo al patrimonio de la escuela.
En 1938 sucedió algo verdaderamente notable y que nos habla de la nobleza de  nuestra gente. El Sr. Carlos Bock y su esposa Carmen Rodríguez de Bock ofrecieron en venta una propiedad a la Sociedad de Padres de Familia,  situada en la Avenida Hidalgo Nº 25 (hoy Juárez) y que se hallaba frente a la Calle del Palomar (hoy Venustiano Carranza) donde se encuentra actualmente el Kínder Francisca Cano de Rodríguez. Dicha propiedad la ofertaron con un anticipo de $ 2,000 y posteriormente se pagarían seis anualidades de $3,000. Facilidades enormes que contribuyeron a que la institución ya tuviese edificio propio.

               Esta casa era de dos plantas con frente a la  avenida Juárez y al  fondo de su patio tenía otra pequeña construcción.  Se conoció también como la “Secundaria”. Esta fue la escuela en donde todos los jóvenes de la época estudiamos. Allí permaneció  hasta el cambio a su nuevo edificio en el año de 1962, que se encuentra en Boulevard Manuel Maples Arce frente al río y cerca del Sector Naval Militar de esta ciudad.


               Han sido directores de la Escuela: El Profesor Manuel C. Tello su fundador y el gran impulsor de su prestigio académico; siempre recordamos su apotegma “Actuad como hombres de ideas, Pensad como hombres de acción”; su  hijo el Profesor Luis Manuel Tello Bermúdez  quien en 1941 tomó posesión al renunciar su papá por haber sido nombrado director de la Escuela Normal Veracruzana. El Profesor Luis Manuel Tello se casó con Teresa Deschamps, una bella tuxpeña, tuvo dos hijos: Teresa Elvira y Picolo como les nombrábamos afectuosamente. Fue Luis Manuel, un maestro en toda la extensión de la palabra, preparado, afectuoso, con una presencia impecable, bohemio, compositor, le gustaba tocar el piano y fueron famosas sus canciones tan  románticas como Marquesita, que era tema obligado de nuestras serenatas;  recuerdo muy bien que cuando la escuela cumplió 15 años él se encargó de preparar la coreografía en la que 50 jóvenes parejas bailamos un vals inolvidable para festejar a la quinceañera. Muchas de las generaciones que pasaron por nuestra escuela lo recuerdan con gran admiración y cariño por la gran imagen que proyectó y el enorme prestigio que la Institución tuvo durante todo su ejercicio. 


El Profesor Ángel Ruiz Segura fue el tercer director. “El Viejito”, como afectuosamente le decíamos, amó a la escuela como ningún otro de sus egresados.  Fue del selecto grupo de fundadores en 1934, maestro destacado, gran dibujante, batalló siempre con palomilla brava, pero su carácter alegre, simpático pero enérgico y disciplinado, forjó a muchas generaciones que veneramos su recuerdo.

               El cuarto director fue el Lic. Pericles Namorado Urrutia, también hijo distinguido de la Tello, uno de los más brillantes estudiantes de la UNAM en la carrera de derecho, premio Justo Sierra de la universidad y hombre dedicado al servicio público con una notable carrera no sólo como abogado sino en el campo de la política, dos veces presidente municipal, maestro universitario y finalmente procurador de justicia del estado por dos veces.

               Han destacado en su trayectoria como maestros y directores el Dr. Ramiro Martínez Chacón, el Antropólogo Ernesto Hernández Ruiz, el Profesor Wenceslao Bastián, el Profesor Alfredo Tobías Fragoso, la doctora María de Jesús Rangel Reyes y el actual (Julio de 2006) Lic. Juan Manuel Acosta Sagaón  y como subdirector el Dr. Raúl Costa Obregón.

               Fueron maestros de nuestra generación y de muchas más: Ramón H. Álvarez, destacado fundador, pequeño gran hombre, políglota, maestro eminente y a la vez modesto, sencillo y de vasta cultura. Recuerdo muy bien las diabluras que le hacíamos en cuarto año; cuando llegaba, colgaba su sombrero, su bastón y más tardaba en darse la vuelta que el sombrero ya estaba colocado en una calavera que había en el salón de clase. Cuando falleció, recuerdo que su cadáver sudaba y eso nos sorprendió mucho. Le siguió en la cátedra de Raíces Griegas y Latinas, la doctora Beatriz Cuervo. Betty era una hermosa mujer, con unos ojos inolvidables y unas piernas ¡Que piernas!  Edward H. Mall que vino de Cleveland, aprendimos con él, lo mejor de la gramática en español, aunque fue por años catedrático de inglés, siempre andaba de traje o de saco,  aún con los calores infernales de la ciudad, era muy delicado y no toleraba que hicieran sonar monedas o llaves y nos expulsaba diciendo “A mi querido amigo, favor de salir del salón” Le gustaba el trago pero nunca lo olvidaremos como el excelente maestro que fue. Murió en esta ciudad de un cáncer avanzado.

               Zózimo Pérez Castañeda (el maestro Chochi), hablaba atropelladamente pero fue un extraordinario profesor de francés y de física. Muchas generaciones salimos hablando y leyendo en francés de la Secundaria. El profesor Abdón Mabarak Pancardo, un gigante del dibujo, lo recuerdo siempre con un  genio endemoniado por la tremenda guerra que le dábamos y su perenne olor a Sen-Sen, ¿Se acuerdan?, unas pastillitas para evitar el mal aliento y que él chupaba para que no nos diéramos cuenta cuando llegaba a medios chiles, aunque como quiera nos enterábamos; el siempre recto Lic. Gastón Chao, que se retorcía el bigote cuando daba clase, muy circunspecto; el Lic. Daniel Chavarría Infante, maestro de historia que si mal no recuerdo, en lugar de contestar el examen escribíamos la reseña de las corridas de toros y/o la de las películas y  como quiera aprobábamos; el Dr.  Tomás López Vera, el terror de la cátedra de química (a mi me ponchó) en la que tronábamos casi todos, era de Juchitán, Oaxaca y egresado de la Escuela Médico Militar, fue el primer médico en Tuxpan dedicado a la cardiología; el eminente maestro Dr. Gustavo  A. Casián  que con su legendaria cátedra de anatomía  y psicología formó a muchos de nosotros como médicos, siempre con una enorme chispa; me acuerdo que en una celebración de la generación olímpica (la de 1968) nos invitaron a una cena y él me dijo “Obed, ya viste que aquel muchacho me mira muy feo” y yo le dije pero cómo no, ya se le olvidó que lo ponchó hasta en el extraordinario? Como quiera, el joven profesionista fue a saludar al Dr. Casián y se lo recordó -¿ Se acuerda maestro, que usted me ponchó”?- y el Dr. Casián con su ingenio de siempre, “Mira no fui yo, fue Obed, que era mi sinodal”.
 
               Don Ferruccio Vianello, de origen italiano que heredó del Dr. Pérez Castañeda la cátedra de francés, toda la palomilla le decía “Don Serrucho,” le gustaba también el periodismo y estaba tan cegato como Mister Magú. Estaba casado con doña Carmen Ramírez. Doña Carmen tenía una escuela de danza cerca de la secundaria, en donde entre otras niñas, las estrellas eras las cuatitas Chavarría, que siempre en todos los festejos bailaban muy graciosamente La Jota Aragonesa. Rafael “Fallo” Ochoa, era un ingeniero de origen alvaradeño, construyó la embotelladora de la Orange Crush y era quien nos hacía sufrir con la Trigonometría; el profesor Guillermo Galván “El Geoide”· que sabía mucho de Geografía Universal.

               En este repaso no podemos olvidar al Lic. Luis López Casanova, que nos dio cátedra de civismo y era también muy delicado, pero excelente maestro, amigo y gran consejero; la ameritada maestra Inés Salas Villagómez, maestra extraordinaria, catalogada como la mejor de todas por algunos de sus alumnos, era quien nos daba Modelado y también Geografía, ella fue la tesorera por una decena de años de la Asociación de Padres de Familia, desde su  fundación.             Con qué orgullo recordamos que a esta sociedad le sobraba el dinero y fue manejando con estricta honestidad con el que se pagó puntualmente la vetusta casona de la Avenida Juárez.

La profesora Pura Namorado Urrutia, maestra excelente, algo estricta que daba la cátedra de literatura; la preciosa Pilar Aviña, la eterna novia platónica del preparatoriano, nos dio Cultura de la Música, era muy bonita y todos andábamos derretidos por ella.  

Basilio “Chilo” Fernández, que daba Botánica y Deportes, era bueno   para el volibol y también muy bueno para regañarnos; pero todos éramos una gran familia. Los maestros, por un lado siempre fueron  atentos, buenos y sabían corregir nuestras fallas y faltas de respeto, el que  no se disciplinaba era expulsado, y por el otro, el alumnado, que en su gran mayoría se comportaba a la altura, sin faltar las travesuras y las bromas pesadas. Eran pues otros tiempos… No había drogas y las parrandas y disipaciones eran con refrescos, nuestro mayor vicio era ir al Royalty a jugar billar, o pool, o carambola; llevábamos serenatas a nuestras novias o las bellas chicas que enamorábamos con Toño Vega que cantaba muy bien; bailábamos en las tardeadas de casi todos los sábados. En fin, tantos recuerdos… Así era nuestra juventud, más sana, menos contaminada y sobre todo más culta y respetuosa.

REUNION DE 8 GENERACIONES:

               En 2006, se reunieron con el “Chachalaco” Agustín Martínez, miembros de las primeras ocho generaciones de la Escuela Secundaria y de Bachilleres y se contó  con la presencia del “Viejo” Ángel Ruiz, de la primera generación  (1934) y yo que fui de colado por ser de la generación 14. Ahí se leyó este  extraordinario mensaje del Lic. Alberto Acuña Zamora, (El Chato)) de la 5ª. Generación y que radica en Mexicali, Baja California:


               ¡Hasta que se me hizo! Nunca hubiera imaginado que un día vería de cuerpo presente a tantos amigos y compañeros, unos que se quedaron sembrados en el camino y otros que siguen vivitos y coleando, pero todos con presencia permanente en las páginas del tiempo y la memoria y con quienes suelo juntarme en tardes con sabor a tango y a nostalgia.
               Ahora los estoy viendo igual que cuando nos hemos puesto a platicar como lo hago con el inconmensurable Krakif Adrián Villagómez, o con el Cabezón Romo que fue como mi mentor en el tránsito de mis mocedades; por supuesto que no podían faltar Carús, ni Lictor Prianti, ni Jorgito Rosas, Cuco Basáñez, y alcanzo a ver por ahí al Negrito (Solís), Mario Fernández, a Pepe Luis Deschamps, a Chapitas Basáñez, tal parece que he sido yo quien convocó a esta reunión y aquí han llegado.
               Bueno, pero ya estamos aquí reunidos y mi primer pensamiento tiene que ser para el Benemérito Maestro Manuel C. Tello, pero también es ocasión para recordar al grupo de colaboradores suyos como Don Ramón H. Álvarez, al Doctor Zózimo Pérez Castañeda, al Profe Mabarak, la profesora Inés Salas, a Luis Manuel Tello y otros cuyos nombres me escamotea la memoria y que hicieron posible lo que parecía una aventura.
               De la primera generación estén o no estén pero yo sí los veo, al  "Viejo" Ángel Ruiz, a Germán Fernández, a Toño Cheín, a Pepe Romo, a Chavita Hernández y de la segunda generación veo a Luis López Casanova, a Pericles, al Compa Monchi, de la tercera a Güicho Barrios, a Juanito Franco, y así de las siguientes descubro a David Fosados, al Chato Salas, a Carlos Acuña, a Julián Adem y de la mía, la quinta, veo a Neto Ferrer, a Chalo Bridat, al Negrito Domingo Solís. De las posteriores generaciones dejo que respondan Agustín el "Chachalaco" Martínez, Licho Ruiz, Foncho Zarzoza, autores intelectuales de esta reunión.
               ¿Cuántas generaciones irán ya? Y cuánto talento rescatado del anonimato que se habría desaprovechado si no ha sido por la visión del Maestro Tello que abrió las compuertas al talento y a la gloria anidada en Tuxpan. En rigor no me atrevería a nombrar a los que han cobrado fama en el campo de las ciencias, de la poesía, del deporte, la música, por temor a quedarme corto, pero es una tarea reservada a Agustín, a Obed Zamora o al poeta Pilar Morales Trujillo.
               A todos ustedes que con su presencia dan brillo a esta bella reunión, yo los felicito y no tengo palabras para expresarles mi gratitud por haberme aceptado a pasar esta velada de la amistad, que conservaré como una gran reserva espiritual contra los avatares de la vida, y también para reconfortarme en las horas de incertidumbre.”

 



martes, 29 de abril de 2014

INFANCIA FELIZ

La Infancia Feliz



H
an pasado más de  60 años desde 1950 –apenas una minúscula mota en el devenir del tiempo- y aquellos recuerdos de una infancia, indudablemente muy feliz, jamás regresarán.

                Los niños, jugaban en el recreo de sus escuelas  a la salida de clases y después de terminar sus tareas, en la calle o  en los pequeños llanos cercanos a sus barrios, con una variedad de juegos, que por temporadas o por modas se instalaban entre toda la chiquillería.

                A veces sólo bastaba un poste de luz para disfrutar grandemente de estos sencillos modos de divertirse, o el Parque de la Reforma para retozar, correr  y evadirse con juegos tan divertidos como Los Encantados, el Pote  o La Roña.

                Bastó y fue suficiente entrevistar a la trilogía de los hermanos, Pancho y Guillo –El Malango Chávez t  y su amigo, Manuel Jiménez Cruz,  para elaborar con los recuerdos de todos, el presente artículo.

                Ellos son asiduos  concurrentes a una cafetería del centro de la ciudad y  con sus ocurrencias, puntadas, dichos,  bromas y anécdotas, uno disfruta un rato muy agradable  recordando aquellos lejanos días que nunca volverán, se perdieron con la llegada de la televisión.

                Los niños de ahora no juegan, se la pasan sentados frente a la computadora, o a un video juego o simplemente viendo televisión con películas llenas de violencia. Un gran porcentaje de sus padres, que también vivieron de niños este avance tecnológico y fueron muy influenciados por el mismo, no saben seleccionar los programas educativos que existen y dejan sin orientación a sus hijos. Los resultados son desastrosos en el comportamiento de algunos –no todos-  . La obesidad infantil, es uno de los mayores problemas que se están incrementando, por falta de activación física, el consumo de alimentos chatarra y refrescos embotellados muy edulcorados. Esto puede condicionar o predisponer a sufrir de diabetes y enfermedades del metabolismo  y otros muchos problemas que seguramente comentaremos en otro artículo diferente al contexto de este.

Los juegos de antaño se ponían de moda por temporadas y así había la del Trompo, del Yoyo, del Balero, del Cometierra, de la Pelota Quemada, de las Pandorgas, Picuys, Papalotes o Cubos, las Canicas, las Cebollitas, los Encantados, el Pote,  los Cortadillos, el Burro Francés, la Rueda, la Ola y muchos más como el Burro Comemáiz, que se jugaba en cualquier época del año.

                Para jugar al Trompo se dibujaba  una rueda llamada “La Panza” y en el centro se colocaba un tostón de los de antes (cincuenta centavos) y/o un trompo, como prendas; con su trompo los participantes tenían que sacar las prendas fuera de la panza y si no lo hacían en varias jugadas y su trompo quedaba dentro del círculo perdían el propio  o tenían que pagar por él colocando otro tostón en La Panza.

Yoyo y Balero se jugaban indistintamente en el verano y/o en el invierno y vaya que había virtuosos para los capiruchos del balero. Eran juegos individuales, raramente se veían competencias, aunque a veces se enfrascaban dos rivales –sobre todo con sus baleros– a jugar las ensartadas y muchos malabarismos que se hacían con esta fabulosa artesanía. Con el Cometierra, juego indudablemente tuxpeño, era muy singular, se cortaba un trozo de palo de escoba o de madera como de 15 cm, se le insertaba un clavo al centro de uno de sus extremos, quedando como un mini picahielos y se le sacaba filo, se jugaba en época de lluvias porque tenía que incrustarse en el lodo desde la mano o de cada dedo dándole una voltereta y haciendo varias suertes para que siempre llegara al suelo con la punta.

                Para jugar  la Pelota Quemada se hacía un cuadro semejante al del béisbol con su home y tres bases. El que iniciaba el juego bateaba con un palo  la pelota de goma dura y trataba de llegar a salvo a una base, el que atrapaba la pelota se lo impedía de un pelotazo (la quemada) casi siempre por la espalda y bien fuerte.
Obed Zamora, siendo un niño

                Las Pandorgas, Papalotes, Picuys o Cubos  fueron los objetos que surcaron los cielos de Tuxpan en el verano o  en el comienzo de los  vientos de los “Nortes”. La felicidad de los niños era volar estos artefactos, que por regla general,  los hacían sus padres o el abuelo y o algún familiar cercano. Se fabricaban de delgados tubitos de carrizo, se forraban con papel de china de colores y se adornaban con guirnaldas del mismo papel y una “cola” de trapo.  Algunas tenían un “zumbido” es decir “rabeaban” y en competencias se les insertaban recados y/o se les colocaban pedacitos de navaja de afeitar “Guillete” para cortar malosamente otras pandorgas, perdiéndose a la distancia. Las más famosas y respetadas eran de 12, 24 y hasta de 36  pemoles (pequeños romboides). Los Picuys eran romboidales sencillos y más pequeños. Los más vistosos por lo novedoso, fueron los cubos  (muy pocos los sabían hacer) uno o dos cubos o rectángulos unidos que mágicamente se elevaban muy alto en el cielo.
                “Las canicas” se jugaban todo el año en competencia con uno o varios participantes, había verdaderos campeones que arrasaban con todo; recuerdo que hasta mi profesor de sexto año,  Rodolfo Hernández (“La Mirringa”),  jugaba con nosotros en el recreo. Era bueno y usaba “agüitas” como “tirito” es decir canicas transparentes de colores muy bonitos para tirar de salida a las otras canicas, y había cayucos, muy famosos para usarlos como “tiros,” y una enorme variedad de canicas para jugarlas. Otro que era “vago” lo fue Secundino “El Berraco” Carrasco, un personaje típico de la ciudad, traía dos calcetines bien repletos de canicas y no había rival al que no venciera.

                “Las Cebollitas” se jugaban con niñas, ellas se sujetaban a un poste y los niños “arrancaban” a una por una del citado poste. Dos equipos jugaban a Los Encantados, teniendo dos postes de base que, generalmente eran los de la luz eléctrica. Uno tenía que correr de poste a poste y si un miembro del otro equipo te tocaba, quedabas “encantado” es decir inmóvil, con el chance de que otro compañero de tu mismo equipo te “desencantara” al tocarte evadiéndose rápidamente de sus adversarios y así sucesivamente hasta que un equipo perdía al quedar todos sus miembros “encantados”.

“El Pote” fue sin lugar a dudas un juego divertido y muy emocionante para aquella época. Era un modo de esconderse es decir cómo jugar a “las escondidas”. Había una base –siempre un poste o un árbol–  ahí se colocaba un bote de lata vacío;  el tenedor del mismo, al inicio del juego, se volvía hacia una pared o atrás de un árbol mientras toda la palomilla que jugaba se escondía rápidamente sin que él los viera. Enseguida salía a buscar a los escondidos y al que encontraba, era eliminado al vocear su nombre (“uno, dos, tres,  perulque) y continuaba su búsqueda no alejándose mucho del pote para que no se lo ganara algún escondido,  diera tres latazos en el piso y gritara “salvación”  (la de todos los encontrados) y así quedar penalizado otra vez con el Pote y su búsqueda.

“Los cortadillos” se hacían con una corcholata bien aplanada que quedaba como un pequeño disco al que se le sacaba filo por toda su circunferencia y después se le hacían  dos agujeritos al centro (como de botón) por los que les pasaba un doble hilo de hilaza y así se enroscaban estos hilos varias veces para hacerlos girar vertiginosamente al soltarlo y encogerlo, (como acordeón o fuelle). Ya listo el juguete, el niño se  enfrentaba a un contrincante para ver quien cortaba más pronto  al otro, su cortadillo.

                El resto de los juegos como el “el burro comemáiz”, en el que un jugador se colocaba sentado con las manos en la cara recargadas sobre sus rodillas para que los demás le pegaran en la cabeza un manotazo suave y el tenía que adivinar quién era y éste si era descubierto se colocaba en el lugar de la víctima. “El Francés” se jugaba con dos equipos de 3 a 4  chicos, uno se agarraba de poste completamente inclinado y los otros se asían de su cintura. Este era el equipo receptor, el otro mandaba un primer jinete a toda velocidad que brincaba y caía en los lomos y cintura de uno de los muchachos y este tenía que moverse violentamente para tumbarlo, si lo hacía, el otro equipo perdía y se volvía a su vez receptor. Realmente era un juego para niños mayores.

                “La Ola” se jugaba sobre todo a la hora del recreo  en la escuela. El chico más alto y grande iba en un extremo y todos los demás se agarraban de la mano, unos 5 o 6 más y corrían velozmente; de repente el “poste” (el chico más alto) se paraba súbitamente y todos giraban hacia delante. Si uno de los niños salía disparado, seguro que perdía dando volteretas en el patio de la escuela con las risotadas de los demás. Por último “La Rueda” era un juego personal muy entretenido; uno se agenciaba una rueda de hierro (restos de una parte de una máquina de coser, por ejemplo), la cual podía ser pequeña, mediana, o  grande (el Rin de una bici también) y se  fabricaba con un trozo de alambrón una especie de gancho que sostenía la rueda y la echaba a caminar por toda la calle sin que se cayera  haciendo un ruido muy particular.

            
El circo Atayde, visitaba la ciudad.
    Y así transcurrían los tranquilos meses de un Tuxpan que ya no volverá y las risas y alborozo de nuestros niños ya no se escucharán más. Los juegos que todos jugamos han desaparecido…Aunque se quedaron varios más en el tintero  de la nostalgia.

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